sábado, 21 de mayo de 2016

"El Gran Oscar" o "El mago que compartía sus secretos"


Hace tiempo asistí a la fvnción de magia de vn prestidigitador que se anvnciaba como “El Gran Oscar”, el cval era famoso no sólo por svs impresionantes trvcos de magia sino también por sv alegría y sv cercanía con la demás gente.
El Gran Oscar, además de svs espectáculos de magia, al finalizar cada vno siempre invitaba a todo aqvel qve qvisiera aprender magia a vna sesión gratis de algvnos peqveños trvcos básicos, lo cval entvsiasmaba muchísimo a varios de los espectadores presentes en cada vna de svs fvnciones.
La fvnción de aqvella noche estvbo plagada de colores, lvz, polvos iridiscentes, palomas volando y hasta vn tigre albino de bengala. Como era costvmbre al terminar la fvnción hizo la atenta y cordial invitación a la clase mvestra de magia qve siempre ofrecía, por lo que me decidí a asistir para ver cómo se desenvolvía en vn ámbito distinto al de un escenario.
A la demostración los qve más asistieron fveron niños acompañados de svs padres, pocos eran los jóvenes o los advltos qve iban con la intención de aprender algunos trucos de magia. El Gran Oscar nos enseñó las bases del trvco de adivinar la carta qve elige otra persona, los pañuelos de colores que salen “mágicamente” del puño del mago entre otros. La clase se vio interrumpida por una mano, de una joven muchacha qve iba acompañada de sv novio, el cval se notaba qve no estaba allí volvntariamente; la joven había lanzado dos pregvntas al mago: ¿Por qué revela svs secretos?, ¿No teme empezar a perder popvlaridad, fvnciones y dinero ya qve está revelando sus secretos?; El Gran Oscar sonrió complacido, como si estvviera esperando que algvien le hiciera dicha interrogante, dejó sv sombrero de copa y sv varita mágica sobre la mesa en la qve estaba trabajando y así respondió a la joven cvriosa:
-No, para nada; al contrario, para mi es preferible que la gente conozca mis secretos.
La gran mayoría de los allí presentes quedaron algo confvsos pues es bien conocido el dicho qve reza “Vn bven mago nvnca revela svs secretos”. Ante la sorpresa de la concvrrencia El Gran OScar comenzó a relatar vna historia.
“Yo tenía dos tíos, Uno se dedicaba a la repostería y el otro era médico, ambos amaban su profesión y la realizaban con gran alegría, de ahí es donde me viene a mi la alegría de dedicarme a lo que me gusta que es el acto de la magia y la prestidigitación. Ambos, como yo, solían dar clase de temas relacionados con su profesión: mi tio el repostero daba clases de pastelería en su local los fines de semana y mi tío el médico impartía clases en la universidad del estado entre semana a jóvenes que cursaban el cuarto semestre de la carrera de medicina, pero ambos eran muy distintos al dedicarse a la enseñanza.
Mi tío que impartía clases de pastelería era un hombre totalmanete dedicado a lo suyo, siempre inspeccionando que todo se hiciera como debía y era muy exigente en la calidad, pero a su vez siempre compartía con sus alumnos sus mejores recetas, sus secretos dentro la elaboración de los postres y algunas técnicas y trucos que había aprendido de otra gente y otros tantos que había acuñado por experiencia e intuición.
Mi tío el médico, por el contrario, se dedicaba a la enseñanza de la medicina simplemente porque era una entrada “extra” de dinero, no porque la enseñanza fuera su pasión, además de que solía ser un profesor estricto, mi tío se caracterizaba por no resolver las dudas de sus alumnos la mayor parte de las veces, ni compartir los secretos que sus años de cirujano le habían revelado, incluso una vez nos llegó a comentar que malinformó a uno de sus estudiantes que ‘lo tenía hasta la coronilla’ con sus dudas.
El paso del tiempo es inexorable y ambos se retiraron de la enseñanza, pues ya no poseían ni el tiempo ni la condición física que les permitiera seguir al frente de un grupo de personas. Mi tío el repostero heredó a uno de sus hijos la pastelería y se dedicó a vivir de su fondo de ahorro para el retiro mientras que mi tío el médico siguió con su consultorio y realizando cirugías por un tiempo hasta que cayó víctima de un cuadro de neumonía.
Se preguntarán, ¿Qué tiene que ver esto con lo que me acaban de preguntar? La respuesta es muy sencilla.
Un día llegó el cumpleaños de la que sería esposa de mi primo, el heredero de la pastelería y su familia y allegados le compraron un pastel y nos invitaron a comer con ellos con la esperanza de que la familia de mi primo no se sintiera herida por no haberles consumido a ellos el pastel.La celebración se llevó a cabo con gran alegría y normalidad; la sorpresa fue que el pastel fue comprado en una panificadora de un ex alumno de mi tío y dicho pastel fue una maravilla; la textura, sabor, equilibrio y presentación eran impecables y maravillosos, aunque no se comparaban a los que mi tío realizó en su tiempo era un pastel sumamente bueno.
Por otra parte, mi tío el cirujano que había caído presa de una neumonía se encontraba hospitalizado y su cuadro se agravaba muy rápidamente. A pesar de que los médicos hicieron todo lo posible mi tío pudo superar su crisis pero jamás recuperó su salud al cien porciento pues quedó confinado a un sillón y un tanque de oxigeno que tenía que arrastrar a donde quiera que ir. Se encontraba muy molesto pues el sabía qué es lo que se tenía que hacer pero los médicos no lo hicieron y quería levantar una denuncia por negligencia médica pero algo lo detuvo, fue una pequeña carta con membrete del hospital donde estuvo internado, la cual decía lo siguiente:
“Doctor: Nos sentimos sumamente consternados por el final que ha tenido la cirugía y la intervención pero simplemente hemos hecho lo que pudimos con las herramientas que Usted nos dio en cada una de sus clases; todos los procedimientos que llevamos a cabo fueron los que usted nos indicó en nuestros años de universidad. En compensación el hospital está dispuesto a contribuir en gran parte con las dosis de oxígeno que necesite y sus rehabilitaciones.”
Aquello detuvo con gran fuerza su deseo de entablar un proceso judicial y lo llenó de una profunda tristeza pues se había dado cuenta que, de haberles proporcionado los conocimientos necesarios a sus ex alumnos cuando tuvo la oportunidad de hacerlo, ahora estaría alegremente celebrando el quinto cumpleaños de su nieto en el campo y no estaría postrado en aquel sillón de su apartamento.”
La concvrrencia qvedamos svmamente sorprendidos; inclvso la joven comenzó a derramar algvnas lágrimas al escvchar la historia. La clase mvestra de magia terminó y todos regresamos a nvestros hogares con la reflexión de aqvella noche, con el pensamiento de cómo, todo aqvello qve hagamos en nvestra vida, algvn dia ha de alcanzarnos...