Hace
tiempo asistí a la fvnción de magia de vn prestidigitador que se
anvnciaba como “El Gran Oscar”, el cval era famoso no sólo por svs
impresionantes trvcos de magia sino también por sv alegría y sv cercanía
con la demás gente.
El Gran Oscar, además de svs espectáculos de
magia, al finalizar cada vno siempre invitaba a todo aqvel qve qvisiera
aprender magia a vna sesión gratis de algvnos peqveños trvcos básicos,
lo cval entvsiasmaba muchísimo a varios de los espectadores presentes en
cada vna de svs fvnciones.
La fvnción de aqvella noche estvbo
plagada de colores, lvz, polvos iridiscentes, palomas volando y hasta vn
tigre albino de bengala. Como era costvmbre al terminar la fvnción hizo
la atenta y cordial invitación a la clase mvestra de magia qve siempre
ofrecía, por lo que me decidí a asistir para ver cómo se desenvolvía en
vn ámbito distinto al de un escenario.
A la demostración los qve
más asistieron fveron niños acompañados de svs padres, pocos eran los
jóvenes o los advltos qve iban con la intención de aprender algunos
trucos de magia. El Gran Oscar nos enseñó las bases del trvco de
adivinar la carta qve elige otra persona, los pañuelos de colores que
salen “mágicamente” del puño del mago entre otros. La clase se vio
interrumpida por una mano, de una joven muchacha qve iba acompañada de
sv novio, el cval se notaba qve no estaba allí volvntariamente; la joven
había lanzado dos pregvntas al mago: ¿Por qué revela svs secretos?, ¿No
teme empezar a perder popvlaridad, fvnciones y dinero ya qve está
revelando sus secretos?; El Gran Oscar sonrió complacido, como si
estvviera esperando que algvien le hiciera dicha interrogante, dejó sv
sombrero de copa y sv varita mágica sobre la mesa en la qve estaba
trabajando y así respondió a la joven cvriosa:
-No, para nada; al contrario, para mi es preferible que la gente conozca mis secretos.
La
gran mayoría de los allí presentes quedaron algo confvsos pues es bien
conocido el dicho qve reza “Vn bven mago nvnca revela svs secretos”.
Ante la sorpresa de la concvrrencia El Gran OScar comenzó a relatar vna
historia.
“Yo tenía dos tíos, Uno se dedicaba a la repostería y el
otro era médico, ambos amaban su profesión y la realizaban con gran
alegría, de ahí es donde me viene a mi la alegría de dedicarme a lo que
me gusta que es el acto de la magia y la prestidigitación. Ambos, como
yo, solían dar clase de temas relacionados con su profesión: mi tio el
repostero daba clases de pastelería en su local los fines de semana y mi
tío el médico impartía clases en la universidad del estado entre semana
a jóvenes que cursaban el cuarto semestre de la carrera de medicina,
pero ambos eran muy distintos al dedicarse a la enseñanza.
Mi
tío que impartía clases de pastelería era un hombre totalmanete
dedicado a lo suyo, siempre inspeccionando que todo se hiciera como
debía y era muy exigente en la calidad, pero a su vez siempre compartía
con sus alumnos sus mejores recetas, sus secretos dentro la elaboración
de los postres y algunas técnicas y trucos que había aprendido de otra
gente y otros tantos que había acuñado por experiencia e intuición.
Mi
tío el médico, por el contrario, se dedicaba a la enseñanza de la
medicina simplemente porque era una entrada “extra” de dinero, no porque
la enseñanza fuera su pasión, además de que solía ser un profesor
estricto, mi tío se caracterizaba por no resolver las dudas de sus
alumnos la mayor parte de las veces, ni compartir los secretos que sus
años de cirujano le habían revelado, incluso una vez nos llegó a
comentar que malinformó a uno de sus estudiantes que ‘lo tenía hasta la
coronilla’ con sus dudas.
El paso del tiempo es inexorable y ambos
se retiraron de la enseñanza, pues ya no poseían ni el tiempo ni la
condición física que les permitiera seguir al frente de un grupo de
personas. Mi tío el repostero heredó a uno de sus hijos la pastelería y
se dedicó a vivir de su fondo de ahorro para el retiro mientras que mi
tío el médico siguió con su consultorio y realizando cirugías por un
tiempo hasta que cayó víctima de un cuadro de neumonía.
Se preguntarán, ¿Qué tiene que ver esto con lo que me acaban de preguntar? La respuesta es muy sencilla.
Un
día llegó el cumpleaños de la que sería esposa de mi primo, el heredero
de la pastelería y su familia y allegados le compraron un pastel y nos
invitaron a comer con ellos con la esperanza de que la familia de mi
primo no se sintiera herida por no haberles consumido a ellos el
pastel.La celebración se llevó a cabo con gran alegría y normalidad; la
sorpresa fue que el pastel fue comprado en una panificadora de un ex
alumno de mi tío y dicho pastel fue una maravilla; la textura, sabor,
equilibrio y presentación eran impecables y maravillosos, aunque no se
comparaban a los que mi tío realizó en su tiempo era un pastel sumamente
bueno.
Por
otra parte, mi tío el cirujano que había caído presa de una neumonía se
encontraba hospitalizado y su cuadro se agravaba muy rápidamente. A
pesar de que los médicos hicieron todo lo posible mi tío pudo superar su
crisis pero jamás recuperó su salud al cien porciento pues quedó
confinado a un sillón y un tanque de oxigeno que tenía que arrastrar a
donde quiera que ir. Se encontraba muy molesto pues el sabía qué es lo
que se tenía que hacer pero los médicos no lo hicieron y quería levantar
una denuncia por negligencia médica pero algo lo detuvo, fue una
pequeña carta con membrete del hospital donde estuvo internado, la cual
decía lo siguiente:
“Doctor: Nos sentimos sumamente consternados
por el final que ha tenido la cirugía y la intervención pero simplemente
hemos hecho lo que pudimos con las herramientas que Usted nos dio en
cada una de sus clases; todos los procedimientos que llevamos a cabo
fueron los que usted nos indicó en nuestros años de universidad. En
compensación el hospital está dispuesto a contribuir en gran parte con
las dosis de oxígeno que necesite y sus rehabilitaciones.”
Aquello
detuvo con gran fuerza su deseo de entablar un proceso judicial y lo
llenó de una profunda tristeza pues se había dado cuenta que, de
haberles proporcionado los conocimientos necesarios a sus ex alumnos
cuando tuvo la oportunidad de hacerlo, ahora estaría alegremente
celebrando el quinto cumpleaños de su nieto en el campo y no estaría
postrado en aquel sillón de su apartamento.”
La concvrrencia
qvedamos svmamente sorprendidos; inclvso la joven comenzó a derramar
algvnas lágrimas al escvchar la historia. La clase mvestra de magia
terminó y todos regresamos a nvestros hogares con la reflexión de
aqvella noche, con el pensamiento de cómo, todo aqvello qve hagamos en
nvestra vida, algvn dia ha de alcanzarnos...