viernes, 12 de octubre de 2018

Más “yo” y menos “nosotros”




Hace tiempo que tengo ganas de escribir acerca de esto y por fin he podido hacerme una oportunidad de hacerlo y aunque el título aparenta que deseo hacer apología del egoísmo, estas líneas son para que juntos reflexionemos un poco acerca de una actitud y, hasta cierto punto, una ‘manía’ que mucha gente tiene y a título personal es algo que me molesta sobremanera.

“Estamos mal como sociedad”, “Estamos acabando con el planeta”, “Como raza somos un asco”
Expresiones como estas día a día me toca escuchar por la calle o leer en las redes sociales cuando se habla con la gente acerca de ciertas situaciones que se viven en la vida cotidiana pero a mí me surge una pregunta: ¿Realmente es necesario incluirse siempre en las situaciones de las que se habla?
Las personas tienden a utilizar el pronombre “nosotros” o los adjetivos pertenecientes a éste a la hora de hablar de ciertas problemáticas que, si bien son un problema de todos, el hecho es que con su manera de hablar hacen parecer que “todos somos el problema/parte del problema” y en muchas ocasiones, no es así.



Vgr. Cuando se habla del cambio climático y de la contaminación; cuando en alguna plática o <<post>> de alguna red social se mencionan cifras acerca de las cantidades exorbitantes de plástico que hay en los océanos o las miles de hectáreas  que se pierden debido a incendios forestales o tala clandestina y, sobre todo, de las consecuencias que esto ha traído o puede llegar a traer, nunca faltan los comentarios de estilo: “Es triste que estemos acabando con nuestro planeta”.

Es aquí donde pienso: “¿estamos?” y me pareciera como si la persona que hizo ese comentario, yo y todos los que nos rodean estuviéramos en los montes talando clandestinamente los árboles o fuéramos y dejáramos nuestras bolsas de basura a la orilla del mar, por mencionar algo.

Si bien, el estilo de vida que llevamos en este país no es muy amigable con el medio ambiente pues somos un país imperialista (hace mucho que dejamos el capitalismo detrás) hay quienes tenemos esa inquietud de, aunque no estemos montados en una lancha de GeenPeace protestando contra la caza inmoderada y cruenta de delfines en Japón, tratamos de reducir nuestros residuos al mínimo y además clasificarlos de manera que ninguno afecte a los demás, como embotellar el aceite usado de cocina paras que no vaya directamente al drenaje ni se mezcle con la basura y la impregne, o separar la basura inorgánica en subclases, a saber: “inorgánicos reciclables [cartón, papel, plástico, metal, y demás objetos que se pueden reutilizar o reciclar]”, “inorgánicos no reciclables [envases de tetrapack, celofán, papel engrasado {como el cual en el que viene envuelta la mantequilla}, envases de aceites no comestibles, entre otros], “voluminosos [refrigeradores, colchones, etcétera” y “de trato especial” [pilas, artículos electrónicos y de cómputo, por mencionar algo]; además de, quienes tenemos oportunidad, generar composta con la basura orgánica en nuestros jardines, por no mencionar los métodos de cuidado ambiental más insignificantes aparentemente y que más tiempo tienen en boca de todo el mundo como el ahorrar agua a la hora del baño o del lavado de prendas y trastos; desconectar aparatos electrónicos y luces que no se estén utilizando y el uso de bombillas ahorradoras o, más recietes, de LED, las cuáles consumen solamente 3W pero iluminan lo mismo que un foco de 60 (aprox.) Y puede que a muchos ambientalistas todo esto no les parezca suficiente  (porque sí, hay quien considera que si no eres vegano el hacer todo lo antes mencionado no sirve de absolutamente nada, no me lo invento) pero lo que importa es que realmente se genere una conciencia ambiental y un cuidado del lugar donde estamos parados.

Seguramente hay quien piense: “Pues si tu no entras en ese supuesto, no te des por aludido”. En parte tienen razón y yo mismo aplico dicha máxima muchas veces, pero la situación no es esa, sino ¿por qué hay que tener esa mentalidad incluyente en cosas donde no todos entramos? Y yo he llegado a leer y escuchar personas que son honradas y dicen “qué mal estamos como sociedad”, gente que trata de ser “eco-friendly” y dice “estamos acabando con nuestro planeta”, que es pacífica y al escuchar de guerra exlama “¡Como raza somos una basura!” y por mi mente cruzan dos preguntas: “¿Por qué te incluyes si no eres así?” y más importante: “Por qué me incluyes a mí?”



No se trata de ser egoístas, ni mucho menos, ni tampoco de no involucrarse en causas que uno considere nobles o le atraigan, como el cuidado del medio ambiente, la paz social, el rescate de animales y demás, de lo que se trata es, primero y principal, dejar esa actitud victimista del “nosotros” sin importar cuan bien se dirija una persona pues yo he visto que no trae nada bueno, no hace entrar a la gente en conciencia sino da paso a un rosario de lamentos y gemidos que se embarcan en una espiral descendente de quejas e improperios acerca de lo mal que estamos como país, como sociedad, nuestro gobierno, nuestra pobreza que sólo se queda en eso, un cúmulo de lamentos sin acción que nubla el juicio de las personas y les impide hacer cosas que los saquen de dichas situaciones.
Segundo, aprender a apreciar las cosas buenas que uno hace, desde el punto de vista social, ambiental, político o lo que sea. Sin soberbia; simplemente, si en mi familia instalamos un calentador solar para reducir el uso de combustibles fósiles y además el gasto en ellos, salir de ese esquema de pensamiento de “ESTAMOS acabando con el planeta” pues ya se tomaron acciones para contribuir a evitarlo.

No se trata de ser soberbio ni egoísta, simplemente saber cuándo hay que incluirse y cuando no.

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